Lo recuerdo como atrapado en un relato de Bukowski, o atrapado en un instante, de la mano de la cámara de Cartier-Bresson. Tal vez él me recuerde igual, si es que lo hace. Tal vez siempre fuimos así; simples momentillos que se iban encontrando una y otra vez, algunas veces esos momentos se encontraban a sí mismos, otras veces colisionaban entre sí. Y en su momento, vaya que creímos que ser eternos, y los segundos se dividían en mil mini-retratos que hablaban al unísono, como haciendo la bulla de fondo para un beso, para un abrazo, para el café de la mañana o la despedida de los sábados por la tarde.