miércoles, 3 de febrero de 2016

Transmisor.

Se intensifica
El sentimiento urgente,
Recurrente, emergente
De pararme a las tres y media
En medio de la madrugada,
En medio de mi insomnio,
Para escribir lo que pasa,
O por qué no pasa nada
En los ojos que no caen
Ante ese demonio
Del desvelo y el agobio,
El de las ojeras y el dolor de cabeza,
Las mañanas prontas
Y las despedidas cortas.

 Y siempre son palabras que van,
Nunca vienen;
Soy como un algo que refleja
A otra cosa que ya venía de otra parte.
Soy un transmisor de señales,
Señales que pasean y nadan,
Y trepan y arañan,
Y fuman e inhalan,
Y son todo y son nada;
Palabras.
Palabras mal acomodadas
En el desván de un escritorio
Todo desparramado de tazas de café
Que nunca se acaban
Pero siempre se estancan.

Se cruza una palabra aquí y otra allá,
Alguna se atasca en la punta de la lengua
Y no la puedo sacar,
Y me duele la cabeza de pensar y pensar:
¿Cómo iba esa palabrita que iba a usar?
La llorona pasa porque es de madrugada,
Es su hora y su lugar,
Y reclama por los hijos que jamás va a encontrar,
Y yo sigo reclamando por esa palabrita
Que no puedo recordar.
Y me enojo porque las señales las mandan así,
Incompletas e incomibles,
O demasiado digeridas para mi paladar.
¿Cómo iba esa palabrita que iba a usar?

Es difícil trasmitir a estas horas,
Tan difícil como explicar por qué estoy tan sola,
O por qué me gusta la soledad,
O si es que a la soledad le gusto yo,
O si es que nos gustamos las dos.
Qué difícil es de explicar,
Como explicar por qué el cielo es azul
A quien siempre lo ve gris,
O por qué George Harrison es mi Beatle favorito
A quien sólo conoce a John,
Como explicar los huecos en la ciencia
A quien no cree en Dios.

Y ya me hago preguntas,
Como que quién estará despierto
A estas horas muertas,
Horas frías,
Horas en que mueren ancianos enfermos
Y valientes suicidas,
Y me contesto que sólo yo estoy despierta,
Porque soy un transmisor
Y los transmisores no duermen;
Los transmisores sueñan e interpretan,
Y escriben feos poemas a las 3:49 AM,
Y escuchan a los perros ladrar;
Ladran por la señora de blanco
Que ya va a empezar a chillar.
Ay, mis hijos, dice ella con triste voz;
¿Cómo iba esa palabrita que iba a usar?, digo yo.



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