Despierto, son las 3:33 de la mañana. Me despierto al sentir su mirada pesada, esa que sólo sus ojos que han llorado de desgracia podrían tener. La pesadez de sus ojos clavados en mí me obligan a mirarla y así ella puede sentir que existe al ver mis ojos clavados en ella a la vez.
Está sentada a la orilla de la cama, con la mirada en mí, pero vacía; sin siquiera el ánimo de hablarme. Entonces supongo que es de esos días a los que llamo “malos”, en donde la tristeza es tal, que tomará varios minutos para que el silencio se rompa.
Está sentada a la orilla de la cama, con la mirada en mí, pero vacía; sin siquiera el ánimo de hablarme. Entonces supongo que es de esos días a los que llamo “malos”, en donde la tristeza es tal, que tomará varios minutos para que el silencio se rompa.