Alguna vez, una amiga me dijo que prefería juntarse con hombres porque nosotros, a diferencia de las mujeres, no perdemos el «niño de la mirada», luego me explicó que eso significaba que, según ella, los hombres siempre reflejamos a un niño interior, el niño que fuimos algún día y que aún vive en uno. No supe si creerle del todo, al final yo veo a un cabrón en frente de mí y es sólo eso, un cabrón; un cabrón mamado, o con barba, o mal encarado, o alto, o con cara de lacra. No puedo, por más que intento, encontrar niños en ningún güey, y para ser honesto, tampoco en las damas veo niñas tiernas saliéndoles de la mirada; o todos son cabrones o simples viejas, y yo necesito conocer a una persona para saber si son algo más que un cúmulo de células y átomos en forma de carne y huesos.