Pudiste enamorarte de cualquiera,
de la que usa vestidos y faldas,
la que muestra su escote igual que su espalda,
la que sonríe y saluda,
la que baila y ríe,
la que escucha la música de la radio
y lee revistas como biblias con consejos
para lucir bien en el verano.
Pudiste enamorarte de la que te hace daño,
la que ya te ha dejado,
la que te volvería a dejar sin pensarlo y que,
aunque estuviera contigo,
sentirías en carne aquello de que es mejor estar solo
que mal acompañado.
Pero te enamoraste de ella,
la que tiene un mundo raro,
la que usa jeans negros
y de mezclilla un tanto gastados,
la que prefiere a los perros
por encima de los gatos,
la que habla un poco de italiano cuando cocina,
portugués cuando canta,
francés cuando besa,
inglés cuando piensa para sí misma.
Te enamoraste de la que no se enamoraba de nadie
pero contigo encontró la derrota y el empate,
la que la piel le sabe a vainilla,
el sexo a piña
y los besos a fresas
y chocolate.
Te enamoraste de la que te cuida más que tu madre,
la que te pide que no te embriagues,
la que te espera a que llegues
porque le urge besarte,
la que sería millonaria
si le pagaran por extrañarte.
Te enamoraste de la que escucha canciones extrañas
que criticas un rato
pero que te terminan gustando,
la que baila peor que tú
cuando estás borracho,
la que no ríe graciosamente
sino que estalla con una carcajada
que se escucha a tres kilómetros de distancia,
la que no sonríe a extraños
y apenas si regresa el saludo
con una incómoda mirada.
Te enamoraste de la que siempre tiene frío
y cara de seria y enojada,
la que saluda más a los perros de la calle
que a la gente de por su casa,
la que tiene palabras secretas para casi todo,
la que no cree que su desastre estorbe,
la que no puede evitar ponerle a todo un nombre.
Te enamoraste de ella con sus películas de arte
que no acabas de entender,
la que usa mal algunas palabras,
la que mezcla el español con inglés,
la que ama llevarte la contraria
sólo para ver qué vas a hacer después.
Te enamoraste de la que fuma,
de la Marlboro's Red,
la que quiere frío su café
y su té con miel,
la de la cerveza con clamato,
la que duerme de a ratos,
la que olvida hasta qué hizo ayer.
Te enamoraste de la orgullosa,
la chillona,
la sensible,
la sentida,
la melosa,
la que es de fuego
cuando la provocas;
de piedra
cuando se enoja.
Te enamoraste de la que escucha
antes de hablar,
de la que hace ruiditos
antes de besar,
de la que te tiene paciencia
antes de estallar,
de la que te prefiere a ti
antes que nadie más.
Te enamoraste de ella
y sus cabello de otoño;
entre caoba y rubio,
entre castaño y oro.
Te enamoraste de ella
con sus dos lunares en los labios
que se ponen coquetos
cuando te dicen «te amo».
Te enamoraste de la que no sabías que querías
hasta que llegó a tu vida,
y los dos supieron que se necesitaban
para el resto de sus días;
andaban por ahí sin haberse encontrado,
y ella es la que tampoco
te andaba buscando.
Te enamoraste de la que se enamoró de ti,
de la que quiere verte feliz,
la que se ríe contigo y de ti,
la que te escucha dormir,
la que sólo te verá llegar
pero nunca te verá partir.
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