sábado, 1 de octubre de 2016

Marinero.


Soy un marinero, algunas veces pirata; soy aquel que llega al puerto y se lleva lo mejor que puede tomar y después sigue su curso, en un viaje sin rumbo en olas salvajes. Soy el capitán de un barco fantasma en donde alguna vez hubo tripulación y hoy sólo hay una cubierta sola y que siempre se moja de agua salada, pero no, no es agua de mar, adivinen qué es.

Soy el marinero que llora mientras asoma la cabeza al mar, dejando caer las lágrimas disimuladamente, como no queriendo la cosa. Soy el hombre del mar que en realidad nunca sale del agua. Soy el del navío coqueto que enamora sirenas sólo para dejarlas llorando, lamentándose por no tener piernas.

Soy ese, y aquel, y el otro. Soy el que en noches frías se pone a lanzar mensajes en botellas hacia el mar, con la vaga esperanza de que alguien los encuentre. Papelitos con un "Te extraño" que nunca son correspondidos, que nunca son rescatados, que nunca nadie lee. Soy el que platica con las estrellas que le iluminan el paso, pidiéndoles que me muestren el destino correcto aunque el camino sea equivocado.

Soy el hombre que la extraña de día y de noche, mientras sigue a la estrella polar o mientras adivina la hora por la posición del sol. Soy el que le escribe los mensajes a un solo destinatario, y es tan ingenuo como para creer que un día, quién sabe cómo, una de esas botellitas con el papelito y el "Te extraño" llegará a sus manos, y lo leerá, y sabrá que es para ella, y lo mejor: sabrá que es de parte mía.

Y le escribo cartas en cada fecha especial, cada 19 de cada mes festejando un... ¿mesenario? ¿Mesivesario? ¿Cumplemes? ¿Cómo se le dice cuando se cumplen meses y no años? No, creo que no hay palabra, pero cada día 19 era eso, y lo seguirá siendo, y seguro ella ya no lo recuerda, y de seguro nunca se lo aprendió; ella no pensaba en esas cosas, era mala con las fechas, era mala para pensar en formalidades o formas normales de llevar una relación.
El caso es que le escribo cartas y le digo cosas como:

Vida,
Han pasado muchos días, ya no llevo la cuenta, tenía unas cuantas marquitas en un trozo de madera donde llevaba ese conteo, pero decidí que aquello no era sano para mi mente, así que tiré el registro al mar, así como he tirado muchas otras cosas que atentaban contra mi sanidad. Pero ha pasado el tiempo, mucho tiempo. Te extraño. Te extraño. TE EXTRAÑO. 
Oye, espero que estés bien, que sigas sacando diez en el colegio, que sigas mirando hacia adelante, que todo te salga bonito. Cuídate mucho y pórtate bien. ¿Te acuerdas que siempre te lo decía? Pues aún deseo que lo hagas. Cuida mucho a Pirata, trata de darle más de comer al pobre, sácalo a caminar cuando tú también necesites un respiro. No seas tan gruñona, no seas tan callada, no fumes mucho, no tomes, no te desveles, no caigas en lo que he caído yo. No te desesperes tan seguido con tu madre, ni con tus amigos, no te presiones demasiado. 
Y si no es mucho pedir, te pido tres favores: 
1. Extráñame un poquito al menos, aunque no le digas a nadie, aunque no me lo digas ni a mí. 
2. Cuando vayas al mar, siéntate un rato en la playa, y si ves algún mensaje, ya sea que éste te llegue en una botella o no, si simplemente te llega una señal y esa señal es que regreses a mí, házmelo saber. Simplemente dilo y allí estaré. 
3. Tranquila, flaca, todo va a salir bien, todo, sea lo que sea, se va a resolver. 
Y ya no sé qué más poner aquí, ¿qué te puedo decir si ya una vez te lo dije todo y al parecer lo dije mal? Te extraño, y si lees este mensaje, o alguno de los otros tantos que he tirado al mar, y piensas que este marinero es digno de volver a tu playa blanca, déjame saberlo. 
Tuyo, al igual que ayer, al igual que mañana y el día después.

Luego tomaba esas cartas y las arrugaba, las hacía bolita y las echaba al mar para que las olas se las comieran y nadie fuera testigo de lo mucho que la extrañaba, de lo solo que uno se siente en el océano, de lo mal que uno se la pasa dándole vueltas a la misma isla emocional, una y otra vez, sin salir del ciclo.

Los "Te extraño" sí los dejo nadar, esperando a que lleguen a su pedazo de suelo, aquél lugar arenoso. La imagino caminando por allí, tal vez no pensando en mí, y de pronto encontrando una botella con esas dos palabras, entonces sí pensaría en mí y sabría que son de este marinero que anda perdido entre el azul cristalino del agua y la pena que le embarga. Y se apiadaría de mí, y entonces, con una esperanza aún más animada que la mía, metería un mensaje en una botella para responderme, y aquél mensaje diría: "Yo también".

Te extraño.


2 comentarios: