viernes, 14 de marzo de 2014

Diego...

"You're my fucked up dream..."

 Te dibujé. Te dibujé otra vez mientras dormía.
Ya no es raro, sólo en mis sueños puedo hacerlo, tocar tus bordes, tus contornos y tus marcos; hacerte con mis dedos un retrato. 

Empecé por la figura, tu esbelta y fina figura. Aquella que al ponerse de pie se inclina un poco hacia atrás, casi con pereza. La figura inconfundible de tu cuerpo; blanco como pétalo de lirio mezclado con un poco de caramelo.
"Qué color tan bello", pienso, y lo dibujo, lo coloreo.
Antes de terminar pasé mis dedos por el marrón de mis ojos, extraje color, color que salpiqué en ti; lunares y pecas aparecieron por doquier.
Todo en sí ya era hermoso, desde tus finas manos hasta tus delgadas piernas, tu espalda desnuda, tus cortas y cristalinas uñas.

Seguí con tu cabello... Qué parte más complicada de dibujar, pero una de las más hermosas. Iba por el borde de tu cráneo, dibujando una línea castaña, separando cada uno de los detalles; tu cabello está lleno de ellos. Lo ricé un poco e hice que pareciera que por él había corrido el viento, le quité al sol un beso y lo puse por ahí, disperso entre los mechones de tu pelo. Era idéntico, con las mismas luces doradas que brillan en el tuyo, era todo igual.
Aquello me salía perfecto, y la mejor parte legó: dibujar tu rostro, tus facciones. Mi parte favorita.

Mis dedos temblaron, como siempre. Pasé mis yemas apenas tocando, como si fueras de cristal y mi fuerza fuera capaz de romperte. Tracé tus cejas casi rectas, en el mismo color que tu cabello, por debajo tus ojos con ese particular entrecerrado que haces al mirar y ese rasgado casi gatuno que tienes en las comisuras y en el lagrimal. Los rellené de un marrón claro con toques de miel. Al terminar de dibujarlos siempre me dan ganas de llorar, de llorar porque esos ojos no tienen igual, sin embargo yo los he memorizado a tal grado, que en mis sueños son idénticos… son los tuyos.
Bajé casi recto mi dedo para hacer tu nariz, una nariz pequeña y muy simpática, ni chata ni respingada; perfecta.

Ya por último llegué a tus labios, aquellos que aún no he besado y que muy probablemente no besaré. Igual no importa, los dibujé como si me los supiera de memoria: rosas, casi rojizos como el color de tus mejillas, delgados, breves. Tus labios... "Qué labios", pensé de nuevo y me quedé un buen rato mirando tu boca, una boca que no he besado pero que igual dibujo a ciencia cierta y de manera exacta.

Dudo mucho que aquellos labios que ya te hayan besado sepan siquiera la mínima parte de lo que yo sé con sólo desearles, que sepan la obra de arte que tú llevas en la boca, la nariz, los ojos, la piel o tu cabello. Yo en cambio miro el arte tuyo hasta en la más mínima de las pecas y lunares que tu piel porta.


Mirándote así, deseé recomenzar.
Mirándote así, pensé que era real.
Mirándote así, desperté.
Despierta quise volver a soñar.