Tengo problemas. Problemas por hacer con mi fantasía de ti lo que debería hacer con otros. Porque te canto canciones que en silencio y muy por debajo de la almohada te dedico sólo a ti, tengo problemas por escribir poemas y canciones con las que pienso en ti, en tu nombre. Tengo problemas por querer verte dormir, por ver en qué posición descansa tu cuerpo, por querer besar cada lunar que se dibuja en tu piel.
Tengo problemas por querer hacerte el amor extasiados por una canción de King Crimson, tengo problemas porque sé que siempre diré que sí a tu cara de niño.
Problemas por pensar en ti más de lo que pienso en mí, por creer que si cada noche las estrellas brillan, es porque tú así lo has querido. Tengo problemas, ¿no es así?
Nunca fui muy problemática con estas cosas; era fácil para mí usar a las personas para mi placer y mi beneficio, pero a ti te respeto. Te respeto y no te tengo y a tus deseos los bendigo, ni me conoces ni me ves, pero yo contigo sueño cada vez que Morfeo es bueno conmigo.
Ya varias canciones son indudablemente tu himno; himno al estrello de un corazón con un muro alto, un muro bello, pero frágil como el vidrio; no te puedo tocar.
Tengo problemas porque esto no lo sé manejar, a decir verdad, nunca me había pasado, y tal vez ésa es excusa suficiente a mi favor. Dime cómo le hago. ¡Decepcióname, por favor!
Te tengo en un pilar bien alto, por lo menos alto para mí, y sé perfecto cómo funcionan estas cosas, sé que nunca debí hacerlo ni mucho menos hacértelo saber; los hombres tampoco manejan esto bien. No quiero alimentar tu ego, no quiero hacerte saber que si tú me dijeras “ven”, yo sí lo dejaba todo. ¿Qué se sentirá tener tal poder? ¿Qué se sentirá saber que uno tiene tal magnetismo con otra alma, con una pobre mortal?
Tengo más tiempo con este problema que el tiempo que he tenido en algunas relaciones, irónico. A veces me dan ganas de decirte que estoy a tu merced, que soy básicamente tuya, al menos en una gran parte, que si quieres que sea tu soporte o tu ancla, lo seré.
Y renuncio a amores pasajeros, a amores prometedores, a asuntos serios porque sé que me quitan tiempo que bien puedo utilizar en ti. Dime qué hago, estos problemas parecen simplemente no disolverse. Y sé que eres tú cuando escondes tu nombre, sé que eres tú inquieto y curioso, pero aún así no me conoces. ¿Quién me conoce?
Tengo problemas por tantas cosas, y no quiero decir que tú eres el culpable, al fin y al cabo, ¿quién tiene la culpa de que un alma se impacte con otra como si tuviera siquiera un chance, como si tuviera siquiera una mínima oportunidad?
Se siente como si sólo fuéramos hacia atrás, en reversa, rebobinando el sentimiento de la primera vez que vi tu foto, tu rostro.
¿Por qué regresé? No debí. Tengo problemas porque días como hoy, más bien, madrugadas, me la paso escribiendo de ti hasta que mis dedos se cansan, hasta que el mismo corazón, ése estúpido músculo inútil dice “basta”.
Tengo problemas...