«No lo hago muy bien; enséñame a querer», me dijo la primera vez que la besé, la primera vez que acepté, casi con temor, que también la quería. Yo tampoco sabía querer, ni sabía por qué me daba tanto miedo intentarlo con ella. Tal vez porque ella no era como las demás; ella no había llegado a mí por nadie más, ella llegó a mí por mí, porque me quería a mí en todo momento, porque yo bien sé que lo deseó por mucho tiempo, pero ella no tenía el valor ni yo la certeza de nada.
Un día, sin más, ella tuvo la determinación de cerrar un ciclo conmigo, para saber qué rumbo tomar; yo decidí, al mismo tiempo, que no tendría miedo de esto y, una vez que ella, en sus ojos, me confirmó que me quería, yo simplemente le robé un beso.
Un día, sin más, ella tuvo la determinación de cerrar un ciclo conmigo, para saber qué rumbo tomar; yo decidí, al mismo tiempo, que no tendría miedo de esto y, una vez que ella, en sus ojos, me confirmó que me quería, yo simplemente le robé un beso.
En ese beso ella me robó un pedacito de alma, un pedacito de alma que ya era suyo por quererme desde antes, aún sin mi corresponder.
Hay algo encarnado en ella, como si desde vidas pasadas nos buscáramos, como si nos debiéramos algo. Hay algo en el castaño oscuro de sus ojos y la revoltura de colores que es cu cabello. Hay algo en ella, algo, siempre algo. Me mira como si ella supiera algo de mí que yo no, algo extraordinario, casi mágico. Me mira y soy el centro del universo, pero sin ego, sólo el centro porque ella me mira, y entonces ella es algo más. Es la fuente de poder, la fuente de esa magia que ve en mí. Somos como espejos que ven en el otro la magia de uno mismo.
Y lamento no ser más artista, no ser más un bohemio que le pueda escribir un millón de poemas y cantarle canciones y odas, pero la que escribe es ella, yo soy el cuadrado que sólo se limita a ver y escuchar. Me maravillo de eso, de verla ser ella, de verla así, sin disculparse por su esencia ni su manera de ser. No puedo escribirle palabras rimbombantes, ni cartas dignas de su amor, pero puedo esforzarme lo que me resta de vida por explicárselo de la manera más simple que sé. "Soy un torpe", le digo cuando me sonrojo por todo lo que de vez en cuando me sale del corazón cursi, como si me arrepintiera, entonces a ella se le cristalizan los ojos y me abraza. En ese abrazo siento que de verdad ama mi torpeza, con todo y todo.
Siento que ama mis defectos, que ama lo que soy, que ama mi pasado, mi presente y ama, desde ahorita, lo que sea que venga en mi futuro. Sé que me ama. ¿Han sentido alguna vez eso? Es la calidez del agua calendo en la espalda, es caer en un largo sueño después de estar largo tiempo sin dormir, es oler la lluvia, es meter las manos en granos y semillas, es ver su sonrisa y saber que sonríe por ti. Es todo eso en un solo abrazo, en un par de ojitos llorosos, en un par de labios que pocas veces dicen "te amo", porque al decirlo sienten que se quedan cortos.
Llegamos en el momento indicado en las vidas del otro, como programados por lo que sea que rige este mundo y este universo. Llegamos a sanar heridas pasadas y a saber que ya no habría más, al menos no del uno para el otro. Llegamos, yo para ver que ella, aunque me daba un sentimiento extraño al principio, era lo que necesitaba; ella vio que yo era esa excepción de su vida. Los dos somos nuestro único chance, el último tren y la lluvia de estrellas que sí concede deseos. Somos eso, y almas que se buscan y se encuentran en cada beso, y asteroides danzando en la misma órbita. Somos estrellas que pasan una vez cada tanto... cada tanto. Pero nos vimos, el tiempo nos hizo coincidir y, para como están las cosas, las probabilidades y las proporciones, podría decir que esto es un plan divino. Esto es algo más, es probar un poquito de lo que es la eternidad, de lo que es el vacío y el infinito, todo en una sola vida; en una sola persona.
Y estamos aprendiendo a querer, aunque sospecho que ella sabe perfectamente cómo hacerlo; yo sólo pretendo saber, para que ella no crea que soy del todo torpe, aunque sé que, aún así, me seguiría queriendo.